lunes, 7 de septiembre de 2015

LA IMPOSIBILIDAD DEL SILENCIO



Son las tres de la mañana e intento dormir, pero no lo logro. Algo esta molestando con su ruido.  Tomo mis zapatillas desgastadas y salgo a caminar un rato al aire libre intentando encontrar el cansancio necesario para dormir. Debo dormir, la sociedad me lo exige. Pero hay un ruido.
Observo la capital de noche. Da aspecto de dormida, pero lo finge. Los transeúntes nocturnos salimos a la calle a vivir aquellos momentos en donde la city vive un instante de tranquilidad. Casi como un estado de extasis de ciencia ficción. Pero miente, y lo miente muy bien. Hay en ella algo que no para de hacer ruido.
El silencio o su imposibilidad de dejar todo quieto para que no haya mas distracciones. Pero no nos dejan. Un taxi, los frenos de un colectivo, un disparo, un grito, la rueda de un encendedor, un perro ladrando. Todo se complota para que no exista ese instante donde los movimientos cesan. La ciudad no duerme. Es un monstruo con insomnio que no para de hacer ruido.
Termino mi pucho y vuelvo a mi casa. El ruido aumenta. Cierro ventanas, puertas. Tapo endijas y trato que todo quede en el mas impasible de los silencios… y el ruido sigue.
Pero ya no huyo de el. Trato que ese ruido se convierta en voz para saber de donde viene. Y lo logro. “Gozagozagozagozagozagoza” comienza la voz como un imperativo a demandarme. “noteparesgozagozagozagoza” intenta persuadirme incesantemente. “moveteyveygozagozagozagoza” y desobedezco. Me quedo quieto y estatico.
Cierro los ojos para concentrarme mejor y el mandato social ataca. La estructura misma de esta sociedad me atropella las corneas con sus imágenes saturadas. Todo grita, todo hace ruido. Estamos empujados a gozar sin limite, sin remordimiento. Todo nos demanda consumo, nos ofrecen experiencias inolvidables. Y nos gritan, nos aturden y creemos pensar por nuestros propios medios.
Respiro profundo, intento calmarme, seguir conciente. Seguir al mando el mayor tiempo que pueda sin ser inseminado con ideas ajenas. Pero toda idea es ajena. Siempre lo es.
Trato de borar las imágenes, opacarlas para que no brillen de manera estridente. Trato de relentizar el mandato. “goza, goza, goza, goza” dice mas lento. “goza… goza… goza… goza” aun puedo ponerle una trampa de arena. “g-o-z-a-g-o-z-a” ya casi se detiene. “g…..” y luego de eso la nada.
Me sobreviene angustia y miedio. Estoy conmigo mismo. Me vendrá a buscar la policía por esto? Transgredir y detener el mandato. Me da miedo encontrarme solo conmigo mismo, me pone ansioso. Nos enseñaron, no, no nos enseñaron, nos adoctrinaron para obedecer. Cual es la salida? Que quiero? Que soy? Quien soy?
El silencio es un lugar oscuro de estupor que no existe nunca. El mandato es como la ciudad que nos miente cuando finge dormir. El nos pide de gozar. Y detrás de eso no existe nada, ni siquiera la desnudez humana.
Enfrentarse en una habitación cerrada a uno mismo no es lo mismo a no encontrar palabras ante las maravillas que nos abordan de lo real. No hay nada detrás nuestro y por eso no podemos mantener nuestra bocas cerradas para tener un lugar privado. Ya todo es publico, ya todo es dicho, ya todo tiene que ser expresado hasta en su mas minimo detalle. Le tenemos miedo al horizonte porque no podemos descifrar, ni decir de él, ni expresar en palabras que el mundo no termina cuando se alcanza.
Salgo a la calle otra vez… tal vez necesite pastillas para dormir.
ACIDO LITERAL