Son las
tres de la mañana e intento dormir, pero no lo logro. Algo esta molestando con
su ruido. Tomo mis zapatillas
desgastadas y salgo a caminar un rato al aire libre intentando encontrar el
cansancio necesario para dormir. Debo dormir, la sociedad me lo exige. Pero hay
un ruido.
Observo
la capital de noche. Da aspecto de dormida, pero lo finge. Los transeúntes
nocturnos salimos a la calle a vivir aquellos momentos en donde la city vive un
instante de tranquilidad. Casi como un estado de extasis de ciencia ficción.
Pero miente, y lo miente muy bien. Hay en ella algo que no para de hacer ruido.
El
silencio o su imposibilidad de dejar todo quieto para que no haya mas
distracciones. Pero no nos dejan. Un taxi, los frenos de un colectivo, un
disparo, un grito, la rueda de un encendedor, un perro ladrando. Todo se
complota para que no exista ese instante donde los movimientos cesan. La ciudad
no duerme. Es un monstruo con insomnio que no para de hacer ruido.
Termino
mi pucho y vuelvo a mi casa. El ruido aumenta. Cierro ventanas, puertas. Tapo
endijas y trato que todo quede en el mas impasible de los silencios… y el ruido
sigue.
Pero ya
no huyo de el. Trato que ese ruido se convierta en voz para saber de donde
viene. Y lo logro. “Gozagozagozagozagozagoza” comienza la voz como un
imperativo a demandarme. “noteparesgozagozagozagoza” intenta persuadirme
incesantemente. “moveteyveygozagozagozagoza” y desobedezco. Me quedo quieto y
estatico.
Cierro
los ojos para concentrarme mejor y el mandato social ataca. La estructura misma
de esta sociedad me atropella las corneas con sus imágenes saturadas. Todo
grita, todo hace ruido. Estamos empujados a gozar sin limite, sin
remordimiento. Todo nos demanda consumo, nos ofrecen experiencias inolvidables.
Y nos gritan, nos aturden y creemos pensar por nuestros propios medios.
Respiro
profundo, intento calmarme, seguir conciente. Seguir al mando el mayor tiempo
que pueda sin ser inseminado con ideas ajenas. Pero toda idea es ajena. Siempre
lo es.
Trato
de borar las imágenes, opacarlas para que no brillen de manera estridente.
Trato de relentizar el mandato. “goza, goza, goza, goza” dice mas lento. “goza…
goza… goza… goza” aun puedo ponerle una trampa de arena. “g-o-z-a-g-o-z-a” ya
casi se detiene. “g…..” y luego de eso la nada.
Me
sobreviene angustia y miedio. Estoy conmigo mismo. Me vendrá a buscar la policía
por esto? Transgredir y detener el mandato. Me da miedo encontrarme solo
conmigo mismo, me pone ansioso. Nos enseñaron, no, no nos enseñaron, nos
adoctrinaron para obedecer. Cual es la salida? Que quiero? Que soy? Quien soy?
El
silencio es un lugar oscuro de estupor que no existe nunca. El mandato es como
la ciudad que nos miente cuando finge dormir. El nos pide de gozar. Y detrás de
eso no existe nada, ni siquiera la desnudez humana.
Enfrentarse
en una habitación cerrada a uno mismo no es lo mismo a no encontrar palabras
ante las maravillas que nos abordan de lo real. No hay nada detrás nuestro y
por eso no podemos mantener nuestra bocas cerradas para tener un lugar privado.
Ya todo es publico, ya todo es dicho, ya todo tiene que ser expresado hasta en
su mas minimo detalle. Le tenemos miedo al horizonte porque no podemos
descifrar, ni decir de él, ni expresar en palabras que el mundo no termina
cuando se alcanza.
Salgo a
la calle otra vez… tal vez necesite pastillas para dormir.
ACIDO
LITERAL
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