martes, 29 de octubre de 2013

Shakespeare en la verduleria


-->En un verdulería común y corriente. En la escena están el verdulero y una señora comprando verduras, típica escena de verdulería de barrio.

Verdulero: Algo mas señora?

Señora: A cuanto tiene los tomates?

Verdulero: Treinta pesos el kilo.

Señora: Ay! Pero que barbaridad! Cuando fue que aumento tanto?

Verdulero: (cortante) No se doña, pero esta a ese precio hacer rato.

Señora: Y la lechuga?

Verdulero: veinte las dos plantas.

Señora: Ah... y la zanahoria?

Verdulero: veintidós el kilo. (harto) Va llevar algo o va a seguir haciendo un relevamiento de mercado?

Señora: Si, si, perdón... deme... mmm... deme... A cuanto tiene los limones?

Verdulero: No se... a cuanto los quiere?

Señora: Ay, no sea tonto (se ríe). A cuanto esta?

Verdulero: (deseando que se vaya) Diez peso el kilo le parece?

Señora: Ah, que barato, deme dos. (el verdulero comienza a llenar una bolsa) No, espere. Que hace?

Verdulero: No me pidió dos kilos de limones?

Señora: No, no. Que voy a hacer con dos kilos de limones? Deme dos limones.

El verdulero se dispone a volver a acomodar los limones cuando entra en escena un personaje vestido como Hamlet.

Verdulero: No... lo que me faltaba.

Señora: Ay, que muchacho tan... “pintoresco”. Quien es?

Verdulero: El loco de la vuelta, se cree que es algún personaje de ramblert o no se que cosa me dijeron, no se, es un pesado... (al pibe) Pibe, en quince cierro, así que pedí rápido.

Pibe: Ja, que pintoresco es ver a un vasallo dirigirse de semejante manera a alguien de tan alto porte como es el que les habla. Sabed que a mas de uno le han cortado la cabeza por tamaña insolencia.
Señora: Parece educado!

Verdulero: Es un pesado... Disculpe, pero lo voy a atender a él primero.

Señora: Pero como no, adelante.

Verdulero: (al pibe que duda frente a un zapallo anco) decime pibe, que queres?

Pibe: Tú no eres mi enemigo. Tú eres tú y no eres un Zapallito. ¿Que es un zapallo anco? Esa cascara, ese cabo, ese gusto dulce, no componen un zapallo anco...Todo eso te compone a ti oh, dulce verdura... ¡Cambia de nombre! ¡Un nombre no es nada! Demos a una rosa otro nombre, y no por ello dejará de agradarnos; su perfume no será por eso menos suave. Si el zapallo anco tuviese otro nombre, toda su gracia y su perfección quedarían en él. ¡Borra tu nombre, oh zapallo anco, ese nombre que no es nada, ese nombre que no constituye tu ser! ¡Bórralo y tóma a mí paladar en cambio, a mí paladar todo entero!

Verdulero: Que?

Señora: Ay, que profundo.

Verdulero: Te llevas el zapallo entonces?

Pibe: No (deja el zapallo y toma un paquete de verdurita). Hacer o no hacer sopa de verduras esta noche, esa es la cuestión. ¿Qué es más noble para el alma sufrir de no tener caldito de gallina y las galletas de la injusta fortuna o tomar las cacerolas contra un mar de a dversidades y oponiéndose a ella, encontrar el fin? Comer, dormir… nada más; y con un sueño poder decir que acabamos con el sufrimiento del corazón y los mil choques que por naturaleza son herencia de la carne… Es un churrasco piadosamente deseable. Comer, dormir, dormir… quizá soñar. Ahí está la dificultad...

Señora: (aplaude) Bravo, bravo!

Verdulero: Callese señora (al pibe). Decidite de una vez pibe, por favor.

Pibe: (frente a los tomates) Estremecidos, pálidos aun de inquietud, permitamos respirar un instante a la paz aterrada y en breves palabras dejad que os anuncie nuevas luchas que van a emprenderse en lejanas hornallas. La sedienta Erynne de esta tierra empapará sus labios en la sangre de sus propios hijos; la dura guerra atravesará sus campos con ajos y cebollas. Esas miradas hostiles que, semejantes a los meteoros de un cielo turbado, todos de una misma naturaleza, todos creados de idéntica substancia, se chocaban hace poco en la contienda intestina y en el encuentro furioso de la hecatombe de la olla, en adelante armoniosamente unidas, se dirigirán a un mismo objetivo y procederán a ser tuco para los ñoquis.

Verdulero: Entonces llevas tomates.

Señora: (supira enamorada) Cuanta pasión!

Pibe: (percatándose de la señora)¡Silencio! ¿Qué resplandor se abre paso a través de estos cajones d e madera? ¡Es la verdura, y esta señora, la fruta! ¡Surge, esplendente manzana, y mata a la envidiosa lechuga, lánguida y pálida de sentimiento porque tú, su doncella, la has aventajado en hermosura! ¡No la sirvas sin sazonar, que es envidiosa! ¡Es mi vida, es mi amor el que aparece!… Hablan sus ojos; les responderé!…Soy demasiado atrevido. No es a mi a quien habla. Las más resplandecientes cebollas de todo el recinto, teniendo algún quehacer ruegan a sus ojos que brillen en sus esferas hasta su retorno. ¡El fulgor de sus mejillas avergonzaría a los astros, como la luz del día a la de una lámpara! ¡Sus ojos lanzarían desde la bóveda celestial unos rayos tan claros a través de la región etérea, que cantarían las aves creyendo llegada la aurora!…

Señora: (entre ruborizada y excitada) Ay, pero que caballero.

Pibe: (ante la mirada atónita del verdulero) Bella dama, venid conmigo. Prometo ante cualquier Dios amarla y protegerla. Derrocare a cualquier rey por el brillo de su mirada. Viviré las mas grades aventuras por la dulzura acogedora de su sonrisa. Realizare cualquier proeza por el solo hecho de recibir su mano en sagrado matrimonio.

Señora: Ay, si! (salen ambos por el foro)

Verdulero: (boquiabierto) No te la puedo creer (saliendo un poco de su estupor) no te la puedo creer (cayendo en la cuenta de algo) No te la puedo creer, la vieja no me pago la verdura!

Apagón

FIN

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