La imaginación revolucionada de cualquier estúpido nos lleva a creer en boludeces y mentiras. En algún punto de la historia nos hemos tomado la delicadeza de creer que existe un alma gemela, complemento espiritual que nos llevaría a la iluminación y la alegría.
Falso, tan falso como los profetas del fin del mundo. No existe en el mundo un alma gemela que pueda complementarnos. Somos solo cascarones que encierran a un inepto disléxico que intenta comunicarse con otros.
Las pasiones son solo eso, pasiones, que por fugases nos marcan desde el exterior.
Las ilusiones se marchitan en tan solo un segundo y los que suben al podio de los ganadores solo lo hacen por insistencia. No hay que ser el mejor, sino el más aguantador.
Más de uno con mejores capacidades ha volcado en la última vuelta al chocar con la realidad de los deseos contrapuestos. Se han quedado en la banquina preguntándose el porqué de tantas cosas que solo han logrado marchitarse en recuerdos.
Andando sobre cornisas altas, creen compartir alas sin saber que el trueque es injusto. Son robados en sus sueños más profundos y dejados a la deriva con palabras bonitas.
“No me mientan más” piensan aquellas pequeñas y despreciables aves de corral, mientras las rapaces les arrancan los ojos susurrándoles sus mejores deseos. No arrancan sus corazones, porque ya tuvieron lo que necesitaban.
Y creen, y corren, y tratan de levanta vuelo en un baile estúpido y sin sentido. Mientras, sus enemigos levantan vuelo y cortejan, se aparen y mienten a quienes les robaron. Nunca los verán caer, nunca verán si hubo dolor en sus ojos. Tan solo se quedaran en el suelo, hundiéndose en desesperación.
La realidad es que el mundo es tan gris como las mañanas del otoño. Como las lluvias de la primavera. Frio y sin contacto como el invierno. Solo el verano dura tres meses y no se salva de las tormentas. Es solitario el camino cuando la verdad es evidente. No existe un alma gemela, no existieron los andróginos de ambos sexos. No hay luz en el mundo, solo caminar a tientas.
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