lunes, 10 de marzo de 2014

Un año mas

Existió una época en donde el mundo era extenso y maravilloso. Su contorno, su infinito horizonte guardaban secretos mas allá de toda imaginación. Los mitos todavía se paseaban triunfantes en el boca a boca de la gente, y todos tenían la posibilidad de oír una buena historia. Una historia, como la que leerás hoy, una historia de aquellos tiempo. Empieza así.
Era un día soleado en lo campos de trigo. Un padre y su hijo se encontraban recogiendo las cosechas, cuando de repente el niño encuentra un extraño huevo. De colores brillantes, yendo del amarillo mas luminoso al rojo mas furioso, deslumbraba los ojos y el alma. El niño emocionado fue corriendo a mostrárselo a su padre, pero este sintió amargura al ver lo que traía en sus manos.
  • Hijo, donde has encontrado ese huevo?
  • Allí entre los pastizales – contestó el niño emocionado sin dejar de observar el huevo- es muy bello. Puedo quedarmelo?
  • No puedes quedartelo – dijo el padre amargamente- No podrás deshacerte de él por más que quieras. Es un huevo de fénix.
  • Un fénix? - preguntó asombrado
  • Si, es un ave muy hermosa, pero es muy doloroso tener uno.
  • Pero cuando nazca y crezca lo podré dejar en libertad.
  • No hijo mio, tu destino estará atado a él, te consumirás en cenizas y volverás a nacer... pero te dolerán las llamas.
El padre volvió muy triste a su casa. Notaba que el niño no entendía la gravedad del asunto. Cuando llego a su casa, conversó con su mujer sobre lo sucedido y decidieron consultar a un oráculo. Juntando las humildes ofrendas que tenían,el padre se dirigió, al despuntar el alba, hacia el monte donde vivía el oráculo. Al llegar, dejo sus ofrendas y aguardó.
  • Que traes ahí joven forastero? - pregunto el oráculo desde su caverna.
  • Unas humildes ofrendas, algo de cordero y pan... y un poco de nuestro mejor vino.
  • Eso solo te alcanzara para un sola pregunta – dijo el oráculo.
  • Lo se, solo quiero saber cual va a ser el destino de mi hijo – dijo el padre del niño poniéndose de rodillas.
  • Oh! veo que ha hallado un huevo de fénix. Veo que su destino será de sabiduría, pero estará atravesado por llamas de dolor.
  • Que puedo hacer yo para que no sufra eso? - pregunto entre lágrimas el padre.
  • Solo una sola pregunta has tenido, y no más. Ahora vete forastero, que quiero disfrutar mi comida – replico el oráculo.
El padre se fue de allí, con el corazón destrozado y los ojos llenos de lágrimas. Sabia que debería afrontar el dolor de su hijo, mirarlo desde lejos sin poder hacer nada. Al llegar a su casa, se encontró con que el huevo se había roto y un ave majestuosa, del tamaño de su hijo, había salido de él. Supo, entonces, que el proceso había comenzado. El fénix vivió varios años antes de consumirse en el fuego, y tuvo que observar sufrir a su hijo. Amores no correspondidos, desilusiones, frustraciones. Ante cada muerte del fénix, su hijo sufría enormemente en silencio. Un día, cuando el joven cumplió 17 años, se marchó de su casa rumbo al conocimiento del mundo. Deseaba saber y conocer. Se llevó consigo al fénix.
Muchos años pasaron sin saber nada de su hijo. Él envejeció, pero nunca olvido a su hijo, deseando que el fénix viviera muchos años. Un día que se encontraba en el pueblo comprando comida, escucho, de uno de los tenderos, la noticia de que un gran sabio había llegado a la ciudad y que se encontraba en la plaza ese día. Preguntó que aspecto tenia aquel gran sabio y le respondieron que tenia una mirada que desbordaba sabiduría y que le acompañaba un pequeño fénix en el hombro.
Emocionado, abandonó la zona de comercio y se dirigió hacia la plaza. Desde la muchedumbre lo divisó, aquel rostro serio, aquel que hablaba con las palabras exactas, aquel que no de excedía en dulzura, aquel ahora era su hijo.
Cuando llegó cerca de él, lo miró a los ojos y lo abrazo. El sabio, se excusó de sus seguidores y se llevo a su padre a un lugar apartado para hablar con él tranquilamente.
  • Hola padre. Como has estado? Perdoname por no haber pasado mas tiempo contigo. Como se encuentra mi madre? - pregunto el sabio seriamente.
  • Hola hijo... Tu madre ha fallecido hace unos años, deseándote un destino venturoso. Yo me he sentido solo desde entonces... he estado esperando para verte otra vez – observando la pequeña ave sobre su hombro – Qué le ha sucedido al fénix? Parece más pequeño.
  • Oh! Cada vez que se ha consumido en llamas se ha vuelvo mas pequeño.
  • Y tu sabes por qué?
  • Creo que si padre. Creo que el fénix representa varios aspectos de la vida del hombre. En primer lugar el fénix es como el amor. Cada decepción hace que el fénix se consuma en llamas. Cada perdida, cada desamor, cada momento solitario en que uno añora y extraña a alguien, cada dolor. En cada cenizas deja algo de si y se va haciendo pequeño. Cada vez se ama un poco menos, o se es mas precavido, porque una vez que el fénix es demasiado pequeño para renacer su dueño muere.
  • Ahora amas menos hijos?
  • No padre. Amo con la misma intensidad, pero no soy el mismo incauto que tenia un gran fénix. Su tamaño no es intensidad, sino duración. Debo ser cauto con mis sentimientos, o morir en manos del desamor.
  • Pero me has dicho que hay otros aspectos de la vida del hombre. Cuales son?
  • El dolor. Uno se regocija en el dolor. Es doloroso crecer, eso no lo enseñan, pero uno lo aprende. Aprende a sufrir, y a salir para adelante. Pero cada sufrimiento, cada herida es una muerte del fénix. La vida nos pone frente a situaciones en donde sufrimos y debemos afrontarla, pero no es necesario sufrir siempre. Cruzar la vida tratando de sufrir lo menos posible es algo que le cuesta aprender al ser humano. Cree que necesariamente debe consumirse en el sufrimiento para poder renacer, pero cada vez que se consume nace mas pequeño. He aprendido a no sufrir sino por las cosas necesarias, a no provocarme sufrimiento mas del necesario.
  • Por eso ya no sonríes hijo?
  • No padre, porque conozco el sufrimiento se lo que es el valor de la sonrisa – Y el hijo le sonrío ampliamente a su padre – Se que en la vida hay momentos para estar serio, pero hay que disfrutar los momentos para ser feliz.
Él abrazó a su padre y este lloró. Comprendió que el dolor no siempre es crecer, pero que su hijo se había convertido en sabio. Volvieron juntos a su casa, y su hijo lo acompañó hasta el final de sus días, cuidando de él y del fénix. Dicen que el padre murió con una sonrisa en sus labios, porque supo que su hijo continuaría, y seria una persona importante, porque el fénix no había sido una maldición. Murió con una sonrisa porque supo que la vida no es siempre dolorosa y que el amor hace mucho mas llevadero nuestro paso por las llamas.


Rodrigo Rey

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