El psicoanálisis
describe al duelo como un proceso de desinvestidura libidinal de un objeto
perdido. Es decir, cuando el objeto de amor,
que es una representación mental de una persona u objeto en nuestra psiquis, se va por algún motivo, el
proceso que lo invistió de una energía pulsional procede al camino inverso que
cuando se invistió para volverlo objeto de amor.
Hay
varios tipos de pérdidas, pero creo suponer que podríamos reducirlos a dos:
Muerte o Separación. La primera parece
ser, tal vez, la más efectiva formula de pérdida total. Cuando alguien muere,
ya no existe manera de contacto para poder tener cerca el objeto de amor. Sin
embargo, se puede llegar a pensar que nunca se termina de des investir ese
objeto y varias de sus cualidades o características pasan a formar parte de
nuestros repertorios y formas de actuar.
Con el
segundo tipo de perdida el trabajo se vuelve más complejo. El objeto no está
completamente perdido, y entonces es el aparato psíquico que debe resignarlo y des
investirlo a pesar de que exista la posibilidad en la realidad de volver a
encontrarlo. Parece ser un proceso más duro, que también puede provocar que
parte del objeto quede en uno, también tomando ciertas características de él.
En
ambos casos, la amor es una enfermedad que debilita el yo por transferencia de energía
libidinal. Tengamos la relación que tengamos con cualquier objeto, también nos
modifica en actos y actitudes, es decir, que cual cualquier interacción con un
objeto que investimos libidinalmente nos termina modificando también.
Sin
embargo, hay una forma cruel de hacer prolongado el duelo. Que sucede con los
desaparecidos? Es muy difícil pensar este tipo de situaciones. Ni vivos ni
muertos. No nos aman ni nos odian. No nos aceptan ni nos rechazan. Así, el
duelo de separación se ve postergado por una esperanza de volverse a encontrar
con el objeto de amor. En nuestra psiquis, se sigue alimentando de nuestra energía
libidinal, con la esperanza o la fantasía de su pronto regreso.
Pero no
solo se debe pensar este tipo de situaciones solo en el caso de los
desaparecidos en la última dictadura cívico militar. Cualquier tipo de esperanza
dada, por mínima que sea, para luego cortar cualquier tipo de posibilidad de
encuentro es una forma perversa de desaparecer. Sin un corte, por más abrupto
que sea, no se posibilita el paso al duelo dejando al sujeto tener que poner
fecha límite a la posibilidad de investidura del objeto. Si es que el sujeto
tiene esa posibilidad.
En
definitiva, como idea es interesante en tres puntos. Todo amor o enamoramiento
es una enfermedad que quita energía libidinal para concentrarse en otras cosas.
La interacción con los objetos de amor deja siempre una huella en nuestra
psiquis añadiendo o modificando comportamientos y puntos de vista. Y que la ida
de un objeto sin resolución final puede ser una forma psíquica de tortura. Como
conclusión, sin muchas ideas ya en la cabeza, lo mejor sería amarse a sí mismo
de forma narcisista y onanista para posibilitar la extinción de una raza tan
fallida como la humana.
Lobo
estepario
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