jueves, 7 de abril de 2016

La batalla del rio de la plata (cazador de leyendas)



Hace mucho tiempo atrás, antes de que Solís llegara con sus barcos en 1515, incluso antes de que habitaran la zona los primeros aborígenes, habitaban la zona una raza llamada Urduk. Nada se quedó de ellos y todas sus historias se perdieron hace mucho tiempo. Sin embargo, si uno bucea por los lugares adecuados, en los recónditos callejones, puede conocer algo de su historia.
Según cuentan las historias, su nombre significa “los hijos del sol rojo” y aparecieron por estos parajes en la época en de los quince amaneceres de sol rojo. Con un porte alto y corpulento, su característica distintiva se encontraba en el intenso brillo de sus ojos. Según el ermitaño que vive en los suburbios de Retiro, no podía mirarse a los ojos a ningún integrante de esta tribu sin quedar ciegos.
Vivian en las laderas de la costa sur del Rio de la Plata, y eran liderados por Andarik que significa “el primerizo”. Nada se conoce de su organización social, de cómo vestían o cuales eran sus hábitos. La única historia que se sigue pasando de boca en boca es la primera batalla que se libró en aquella época.
Esta comienza en la primera luna llena del quinto año de estación de oro, cuando Andarik, desoyendo los malos augurios de sus magos, salió explorar por la noche en busca de un animal famoso para ellos que traería mil años de prosperidad. Vago por horas siguiendo una difusa huella que lo llevo al lecho del rio. Allí, mientras buscaba, oyó una melodiosa voz que cantaba una canción desconocida pero hermosa a la vez. Siguiendo su sonido llego hasta el lugar donde provenía la voz y quedo encantado.
En el lecho del rio se bañaba una joven blanca como la luna y  de cabello negro como la noche, y a su alrededor el rio brillaba como plata liquida. La contemplo extasiado hasta que ella se dio cuenta de su presencia. Intentando calmarla en su idioma, Andarik se acercó a ella que quiso escapar. El no tuvo mejor idea que retenerla por la fuerza. Ella se desmallo del susto. Sin saber qué hacer, tomo sus ropas, la vistió y la llevo al campamento.
Grande fue el horror de los magos al ver llegar a Andarik con aquella doncella. Ellos sabían que era hija de la luna de plata y uno diosa adorada por los pigmeos de la zona oriental del rio. Ya hacía tiempo que las relaciones con es tribu eran violentas y que esto empeoraría las cosas. Sin embargo, algo había cambiado en el corazón duro y férreo del primerizo, estaba enamorado de la diosa.
Cuando ella despertó, se encontró en la tienda de él. Estaba sentado de manera erguida delante de ella esperando a que despertara. En vano trato de hacerse entender ya que hablaban distintos idiomas. Pero él le confesaba su amor, mientras que ella trataba de hacerle entender sus miedos.
Al amanecer de ese día llegaron los pigmeos. Exigieron que le devolvieran a su diosa, pero Andarik se negó. Prometieron hacer desaparecer la tribu y se marcharon. Andarik volvió a su tienda para tratar de hacerse entender con la diosa, no sin antes aconsejar a sus generales que se alistaran para la batalla.
Al anochecer del tercer día volvieron los pigmeos. Vestidos para la batalla, eran quinientos hombres con hachas y lanzas. También habían traído yayaras aladas, una especie creadas por ellos mediante brujerías y que lograron domar no sin mucho esfuerzo. Del lado de los Urduk solo se contaban doscientos cincuenta hombres feroces con grandes garrotes de piedra, sumados a los treinta lobos de sol. Según se cuenta, esta especie de lobo refulgía como el oro y eran tan feroces que podía matar un mamut  con solo dos de ellos. La batalla comenzó a la media noche.
A la luz de la luna llena, los pigmeos atacaban en oleadas de cien hombres sin dar descanso a los Urduk. Los magos Urduk utilizaban hechizos de fuego que quemaron a todas las yayara aladas, pero encontraron la muerte ante los magos de hielo cuando se entraban exhaustos. Las tropas de los generales Urduk no perdieron el ánimo y se inflamaron de una valentía ardiente como el sol de verano y ataron montados en lobos de sol. Poco pudieron hacer la primera línea de defensa de los pigmeos ante este ataque. Sin embargo, los arqueros de la retaguardia atacaron con una lluvia de flechas ponzoñosas que diezmaron a las fuerzas montadas de los Urduk.
La batalla continuo hasta el amanecer. Ya no quedaban hombres en pie de ningún bando. Solo el Mirielir, el rey pigmeo, Andarik, el cacique de los Urduk, y la diosa de la luna. En una batalla mano a mano se enfrentaron los dos líderes de sus clanes. A golpe de puños Andarik hizo gritar a Mirielir que su rendición. Sin embargo los pigmeos eran un pueblo traicionero y ante la distracción de Andarik, saco un colmillo de yayara alada y se abalanzo sobre el hundiéndolo en la carne.
Pero no era el cuerpo de Andarik al que a hirió, sino a la de la diosa de la luna. En un ataque de ira, Andarik decapito a su oponente con las manos desnudas. Tomo a la diosa entre llantos y esta dijo en Urduk  “la luna y el sol no están destinados a amarse”. Le entrego su collar, una piedra preciosa que brillaba como plata y al tocar las manos de Andarik también brillaba como oro en un remolino hermoso. Una gran tormenta se desato ese día, mientras Andarik marchaba al rio con el cuerpo de la diosa. Aquí la historia se bifurca, algunos dicen que Andarik se sumergió en el rio para morir con el cuerpo de su amada en brazos. Otros que dejo el cuerpo y se marchó hacia otras parajes. Hasta hay algunos que dicen que dejo una descendencia maldita conocida como “ojos de fénix”.
Pero la gran mayoría, de los pocos que conocen esta historia, dicen que nunca sucedió. Que el collar perdido del sol y la luna no existe y que mucho menos tiene el poder de lograr encontrar al ser amado que uno tanto anhela. Sencillamente creo que en esta época de relaciones fast food, y del miedo al compromiso, las historias como la de Andarik y la diosa de la luna no sobreviven. Tal vez, solo tal vez, el talismán sea confundido con una baratija comprada en cualquier bazar y nunca llegue a las manos de aquellos que creemos. Aquellos que lo seguimos buscando en el fondo del rio, o al final del camino de las huellas de Andarik o en el cuello de aquella casta maldita de los “ojos de fénix”. En cualquier caso, los que seguimos creyendo, solo creemos en una cosa, en el amor.

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