Hay un
par de cosas que nos intentan enseñar en la vida desde que somos niños, a ser
responsables, a ser educados y a ser buenos. Este última es una idea
generalizada en todos. Hay que ser buenos. Pero a medida que uno crece se va
dando cuenta que hay un axioma que marca la marcha del mundo “los buenos nunca
ganan”.
No se
sabe a ciencia cierta si es que los buenos permanecen a la sombra de aquellos
que han sabido manipular y ganar lo que se cree que haya que ganar en la vida,
o si mueren demasiado rápido como para convertirse en malos.
Yo creo
entender que es una cuestión de perspectivas. Sentado en el parque, en mi juventud
previo a entrar en el nosocomio, veía todas las tardes a un abuelo llevando a
su nieta, que lo miraba con total ternura y reía. La llevaba todas las tardes y
era su devoción, se veía al viejo rejuvenecer con las risas de aquella niña.
Una tarde, mientras esperaba verlos, paso por la plaza el ese viejecito que parecía
una buena persona y, sin mediar ningún tipo de acontecimiento, pateo a un perro que
tenía
cerca. Una soberana patada. Solo porque sí. Entonces, donde había quedado aquel
viejo bueno? No lo sé, pero me dejo pensando.
Recordaba
entonces algunas ocasiones amorosas donde me habían declarado mis virtudes en
cuanto a la bondad. Hasta me habían llegado a decir que era demasiado bueno
para aquella persona, que se sentía compungida por no ser mejor o por no estar pasando
por un buen momento. Sin embargo, aquella bondad mía no había sido suficiente
para que se quedara a mi lado. Cualquiera pensaría que ser malo, un verdadero
hijo de puta, hubiera sido suficiente para lograr que alguien se quedara, y así
lo pensé de cierta manera.
Pero no
es tan así, cuando me comporte como un hijo de puta, no tenía ganas de que esa
persona se quedara. Ni siquiera era la menor importancia, me molestaba su
presencia luego de conseguir lo que quería. Para peor, solía quedarme mal por
no poder entregarle a aquella persona las virtudes que habían llevado a otras a
decir que bueno. Entonces me di cuenta que no era tan bueno como pensaba, pero
tampoco tan hijo de puta.
Es ahí
donde me empiezo a preguntar ahora si existe de verdad el infierno. O el cielo.
Todos lastimamos y somos buenos y malos a la vez. No podemos encerrar una sola
parte de nosotros y negar la otra.
Queriendo o sin querer lastimamos a otros, otros nos lastiman, pero seguimos y
calificamos en blancos o negros.
Tal
vez, al morir, nuestra alma se divida en dos partes y suframos en el infierno
por nuestros actos malvados, mientras la otra parte es recompensada por
nuestros actos bondadosos. O por ahí la solución
es morir antes de llevar a cabo actos que nos contaminen el alma de maldad.
Mejor aún seria mantener una contabilidad sana entre actos malvados y
bondadosos para llevar un equilibrio que nos deje en el medio. Por lo pronto,
hoy hice mi acto bondadoso del día. Mañana golpeare a alguien sin razón para no
perturbar el equilibrio del universo.
Acido
Literal
No hay comentarios:
Publicar un comentario